Cuando asistimos a una iglesia cristiana por lo general quedamos impactados con la forma en que se le adora a Dios en ese lugar, es notable la diferencia que existe entre la iglesia tradicionalista y la iglesia cristiana en este aspecto; podríamos decir que hay un poco más de libertad a la hora de alabar y adorar a Nuestro Padre Celestial, y qué decir de las predicas, totalmente diferentes, el ambiente espiritual se torna agradable para nuestra alma y obviamente se genera un impacto en nuestro corazón.
Es difícil decir no a Jesucristo en un ambiente como estos, resaltando que por lo general cuando alguien asiste a una iglesia cristiana por primera vez, lo hace con la expectativa de que allí encontrará lo que tanto anhela de parte de Dios. Sin embargo, el tiempo transcurre y si se vive una relación genuina y verdadera con el Señor, el panorama empieza a tornarse distinto. Ya no es el grupo de alabanza, ya no son los ministros o líderes, ya no son los métodos o las estrategias que utiliza la iglesia para captar tu atención, ya no es la iglesia; ahora es el mismo Espíritu Santo de Dios, llenando tu vida de amor, fuego y pasión, todo pasa a otro nivel lleno de la Gloria de Dios.
Cuando empiezas a experimentar la Gloria de Dios, Él mismo se encarga de bajar del trono a aquellos que viven una falsa espiritualidad; empieza el Señor a mostrarte la realidad que se vive en muchos altares de las congregaciones que se dicen ser cristianas (no todas las congregaciones, conservo la esperanza de que así sea). Me refiero al pecado, me refiero a los ministros y líderes que se atreven a pararse en un pulpito a ministrar la palabra de Dios, la alabanza y la adoración, cuando su corazón está sucio y lleno de iniquidad, cuando su mente está llena de pensamientos cautivos, cuando su espíritu está apartado del Espíritu Santo de Dios, cuando su alma está simplemente llena de emoción, no del poder y dominio propio que da el Señor; cuando su carne está en control del pecado y no de Jesucristo nuestro Redentor.
Este artículo está dedicado a todos los ministros y líderes de las iglesias, a todos aquellos que hablan en nombre de Dios. Tengamos presente que un líder del Reino Celestial tiene doble responsabilidad ante el Señor cuando ministra su palabra, Él no quiere que nosotros sus hijos seamos simplemente oidores y habladores de sus decretos, el Señor desea que vivamos su palabra.
Dios quiere un altar Santo, donde realmente estén paradas personas llenas de temor de Dios, llenas de su santidad, personas adoradoras en Espíritu y en Verdad. No hablo de la perfección porque ninguno puede serlo mientras que estemos en este mundo; pero sí, es nuestro deber como hijos de Dios, mantenernos con un corazón limpio delante de Él; seamos líderes o no, es nuestra responsabilidad buscar todos los días la misericordia de Dios.
Todos fuimos destituidos de la presencia de Dios a causa del pecado, pero Él nos ha dado la confianza de acercarnos a su trono por medio de la sangre de Jesucristo y pedirle perdón por nuestros pecados, iniquidades y concupiscencias; vivir en su justicia nos permitirá permanecer en su presencia y repudiar el mal, y a la hora de ministrar su palabra no solamente se estará hablando de Él, sino impartiendo de su santidad.
Dios quiere un altar que ministre ante todo “santidad y temor de Dios”, pero deben ser los ministros y líderes quienes primeramente vivan en ese temor; de nada vale tener un gran grupo de alabanza, sí esté está contaminado por el pecado; de nada vale predicar bonito, si no se vive lo que se predica; de nada vale hacer parte de una gran congregación, cuando solamente es una fachada ante los ojos de Dios; de nada vale presentar un gran show ante los hombres, cuando no se está agradando verdaderamente al Señor.
“Con temor de Jehová los hombres se apartan del mal” Proverbios 16:6b. (RV 1960).
“Pero no basta con oír el mensaje; hay que ponerlo en práctica, pues de lo contrario se estarían engañando ustedes mismos”. Santiago 1:22 (DHH).
¡Dios quiere que lo adoremos en Espíritu y en Verdad, es un llamado para todos los que decimos ser hijos de Dios, que sea Él quien nos conceda la gracia para permanecer con temor de apartarnos de su presencia!
“Dios es Espíritu, por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. Juan 4:24 (NTV).
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